Antonio Rüdiger no le dirige la palabra, y no es el único, casi llegan a las manos

Antonio Rüdiger, peleado con un compañero

Antonio Rüdiger no le dirige la palabra, y no es el único, casi llegan a las manos

La tensión es palpable en el vestuario del Real Madrid, hasta el punto de casi poder cortarla con un cuchillo. Es evidente que la situación actual no acompaña, y los resultados cosechados recientemente son de todos menos positivos. La victoria contra el Deportivo Alavés no ha calmado las aguas ni los ánimos, y el riesgo de cerrar el año sin celebrar ningún trofeo es mayúsculo. Porque superar al Barça en La Liga EA Sports y en la Copa del Rey, ahora mismo, es casi una quimera. 

Y en la Champions League tienen un pie y medio fuera, y necesitarán recurrir a la épica para lograr remontar la eliminatoria contra el Arsenal. Todo esto ha provocado que la destitución de Carlo Ancelotti se dé por segura, así como la llegada de Xabi Alonso. Y esta inestabilidad se ha trasladado a los jugadores de la plantilla, como Antonio Rüdiger, quien es uno de los señalados por su bajón de prestaciones en comparación con el año anterior.

Ha pasado de ser considerado como el mejor central del planeta a cometer muchos errores, y verse eclipsado incluso por el joven Raúl Asencio. También ha sufrido algunos problemas físicos que no le han ayudado, y las críticas le han afectado. Además, hay mal ambiente entre algunos pesos pesados de la plantilla, y así ha quedado comprobado con la trifulca que el alemán tuvo hace un par de días con Jude Bellingham durante un entrenamiento.

Según se ha podido conocer, intercambiaron más que palabras, y los ánimos se fueron calentando, hasta casi llegar a las manos, obligando al resto de presentes a intervenir, para evitar que todo pasara a mayores. De nuevo, el carácter chulesco del canterano del Birmingham City, que ya le ha traído más de un problema a lo largo de esta campaña, generó un problema que tuvo que ser resuelto rápidamente, y que deja claro que el vestuario del Madrid es un polvorín.

Y Rüdiger no es el único que se ha quejado de la arrogancia que parece haber adquirido el mediocentro de 21 años, quien no se parece en nada al futbolista humilde y silencioso que impresionó en sus primeros meses en el Santiago Bernabéu.