Los 270 millones por Coutinho y Dembélé quedan en nada al lado del gran error culé de la década
Joan Laporta asume su fracaso con la operación
La ilusión regresó a can Barça en el mercado veraniego de 2022 con la marabunta de fichajes cerrados por Joan Laporta entre los que destacaron tres nombres en concreto: Jules Koundé, Robert Lewandowski y Raphinha.
Ya en Don Balón hemos hecho incidencia a lo largo de esta temporada por el cuestionado nivel ofrecido por el atacante brasileño y el central francés, quien volvió a ser señalado como uno de los culpables de la eliminación copera ante el Athletic Club, pero no es menor hacer hincapié también en la figura del delantero polaco.
Tras marcar toda una época en el Bayern de Múnich por la ingente cantidad de goles anotados, muchos vieron en Lewandowski el goleador que el Barça no encontraba desde que Luis Suárez dejó el equipo, pero nada más lejos de la realidad.
Solo en sus primeros meses en Barcelona las prestaciones de Lewy hicieron frente a las expectativas depositadas por Laporta, Xavi y Deco y, sin ni siquiera transcurrir dos años desde que aterrizó en el Camp Nou, el jugador yá esta siendo catalogado como el gran error de la última década, por encima incluso de dos decepcionantes fichajes como fueron Philippe Coutinho y Ousmane Dembélé.
Es cierto que el precio que costaron estos dos futbolistas, 270 millones, es una losa que perseguirá eternamente a Josep María Bartomeu, pero con Lewandowski el problema va más allá debido a que, aunque no dieran el rédito deseado, tanto Coutinho y Dembélé llegaron al Barça bajo las condiciones de estrellas mundiales y ese precio pagado, en cierto modo, resultó entendible.
Eso sí, con Lewandowski la situación es diferente ya que los 50 millones pagados por Laporta generaron mucha ilusión, pero la cara B de este negocio no la quiso tener en cuenta el presidente. Con 34 años, era presumible que el rendimiento del polaco caería en picado antes o después y sus cifras esta temporada así lo reflejan, 13 goles en 2104 minutos disputados. Por si fuera poco, hay otros dos motivos por los que este fichaje está amargando la gestión de Laporta: el jugador tiene contrato hasta 2026 y es el integrante de la plantilla mejor pagado, algo que supone un lastre económico demoledor.