Reacción tajante, durísima, tras el Clásico: Güler, la cantera, Ancelotti y el absurdo de Florentino
Desastre absoluto del italiano, que ha tocado fondo, y de su gran protegido, un jugador que no vale ni para el Madrid ni para el primer nivel
Vale que Kylian Mbappé ha empezado la temporada de una forma catastrófica y vale que Florentino Pérez, otra vez, se ha equivocado metiendo mano en una plantilla que ya funcionaba, pero la versión ‘Carlo Ancelotti 24/25’ es un auténtico desastre, y no por el Clásico, que también y con mayúsculas, sino porque, entre otras muchísimas cosas, cambia tarde y mal, elige de forma aún peor a los protagonistas, tiene un protegido que lleva sin dar la talla ‘tres años’ (los mismos que lleva vistiendo de blanco) y encima deja ir talento cuando el que llega de la Ciudad Condal le pinta la cara.
Esto, con un 0-4 de Barça en el Bernabéu, ha propiciado que exista presión contra Florentino Pérez por poner de patitas en la calle a Carletto y su no-plan. Y no sirve la escusa del rédito, de lo logrado en el pasado, porque el pasado ese eso, palabras al viento. El hoy es nefasto, pobre, ridículo. Solo por eso, Ancelotti no merece seguir: gane o pierda el Madrid no juega a nada. Y menos aún el jugador por el que le dieron gato por libre al ingenuo Florentino: Aurélian Tchouameni (que, curiosamente, ni mucho menos fue el peor ante el Barça, pero volvió a no aportar nada) un cero a la izquierda; no el sábado, no esta temporada, sino desde que llegó.
Nada a un lado, nada al otro
Lo peor de Carletto es que mientras los Casadó (recordemos, era el suplente teórico del lesionado Marc Bernal, luego no es por jugadores, es por estilo, idea), Lamine, Cubarsí, Balde y compañía crecen, él ni es capaz de revertir su completo desastre táctico y de gestión. No lo ha hecho desde que arrancó la 24/25, donde el Madrid no ha sido sólido ni 30 minutos seguidos. Sobre la marcha, tampoco: en el desatino ante el FC Barcelona podía haber dado minutos a quienes prometen y quieren comerse el césped, pero a las apuestas, Ancelotti no les da bola. Otra razón más para prescindir de él al término de esta campaña. Ahí están Güler y Endrick, quienes tienen más fútbol que el francés y no juegan porque construyen, no destruyen (que, por no hacer, el ex del Mónaco no hace bien ni eso), y ese es el plan del de Reggiolo, esperar, esperar y volver a esperar, nunca crear.
Vivir al límite cuando hay equipo para mucho más
Si, Ancelotti ha sido un resultadista, un gran competidor por su construcción de bloques bajos efectivos sobre jugadores rapidísimos y con mucho talento a la contra, pero cuando falla lo segundo -lo de Mbappé en el Clásico fue imperdonable-, y también la heroica, cuando el rival no se traga lo del miedo escénico, no hay más. Y no solo eso, llega el drama de vivir sin plan. Eso es Ancelotti, y eso lo debería sopesar esta misma semana Florentino, que es responsable de no ver las señales antes de que estalle la catástrofe -en eso el presidente carece de virtudes, ya lo demostró con los Galácticos; estos huelen a su versión 2.0- y se va a volver estrellar, como con Tchouameni, al que deberían vender sin pensárselo en enero.
¿Y los jóvenes? ¿Y los otros?
Y no se apuren, esto no va a cambiar: Ancelotti seguirá hundiendo la cantera del Madrid y también a los jóvenes; incluso a los que sí servían y tenían fútbol en sus pies, como Dani Ceballos, porque él no sabe jugar a otra cosa. Seguirá esperando y esperando, pero su ciclo se ha acabado y Florentino debe reaccionar o será triplemente culpable. Quizá esta temporada ya sea tarde y haya, en clave merengue, que tratar de remar con lo puesto para hallar algún trofeo al final del camino, pero la llamada a un entrenador que proponga, constructor; telefonear a un Xabi Alonso, Arteta o un largo etcétera, es una obligación para el mandatario que debería haberse puesto en marcha en eso el mismo sábado. Este plan sin plan no da para más, como el internacional francés, que es lo que es. De puertas adentro del Bernabéu hay quien le dice a Florentino que no es cuestión de fichar y fichar, sino de tener una idea más allá de hinchar el ánimo de súperestrellas (algo que le volverá a funcionar en más de una ocasión al italiano)