"Yo iba a a ser un delincuente". El jugador se sincera en una entrevista
Se conocen detalles de su vida hasta ahora desconocidos
Hay historias en el mundo del futbol que merecen ser escuchadas una y otra vez. No todos han tenido una historia fácil y sencilla y muchos futbolistas antes de llegar a la élite han tenido que pasar muchas penurias.
Les ha pasado a los más grandes. El mismo Cristiano Ronaldo tuvo que irse de casa con 15 años y ha reconocido que lloraba todas las noches. Echaba de menos Madeira, a sus padres, sus hermanos. Además un hermano suyo cayó en la droga y tuvo que tirar de él cuando era tan solo un adolescente. Mucha carga para alguien que debe estar formándose como persona.
Pero quizás esas historias son las que te curten y te convierten después en el jugador que eres. Le pasó por ejemplo a Kanté cuando era joven. Con tan solo 7 años recogía chatarra para ayudar en la economía familiar. Sus padres necesitaban dinero y él, siendo un niño, se sacrificaba para poder llevar pan a casa.
Y ese sacrificio que tenía de niño más tarde lo trasladó como adulto al campo. Ahora es, sin lugar a dudas, el mejor centrocampista del mundo. De hecho, Zidane suspira por él pero su fichaje se antoja imposible.
Hemos sabido esta semana una historia de superación de un delantero de primera división que nos ha dejado helados. Es el argentino Chimy Ávila. El jugador del Osasuna es una de las revelaciones de la Liga. Después de su buen año en el Huesca el equipo de Pamplona confió en el jugador nacido en San Lorenzo. Pagó 2 millones y medio y le dio la responsabilidad del gol en el equipo rojillo.
Está respondiendo, y de qué manera, y ya es un ídolo para la afición. Ayer contó como con 18 años casi deja el fútbol. Su hija estaba enferma y él trabajaba de albañil. Debía ir todos los días en bici y recorrer 30 kilómetros para verla en el hospital. Volvía y trabajan después de entrenar.
Estuvo a punto de dejarlo y, como él mismo dice “apostar por la delincuencia, la vida fácil. Tirarlo todo por la borda”. Pero San Lorenzo confió en él y le dio la oportunidad. Hoy Chimy les debe la vida. Y también al fútbol. Por eso se deja todo hasta el minuto 90. Hasta el último aliento. Está viviendo un sueño.