Iñaki Urdangarin negoció salvar a la infanta Cristina de la cárcel a cambio una vida de millonaria

El exduque de Palma se sacrificó para proteger a Cristina, pero Zarzuela le dio la espalda.

Iñaki Urdangarin negoció salvar a la infanta Cristina de la cárcel a cambio una vida de millonaria

La historia de Iñaki Urdangarin y la infanta Cristina es la crónica de un pacto roto y una traición a fuego lento. Lo que comenzó como un matrimonio de ensueño en los jardines de Barcelona terminó con un exilio forzado, un juicio histórico y una ruptura familiar que ha dejado heridas irreparables. Según el libro "Los sobrinos del rey" de Silvia Taulés, Iñaki aceptó cargar con toda la responsabilidad del caso Nóos a cambio de una promesa clara: "Una vida solucionada cuando saliera de prisión". Pero, al final, no recibió más que indiferencia y abandono.

El sacrificio de Iñaki: prisión, promesas vacías y una bicicleta en Vitoria

Durante el escándalo del caso Nóos, Iñaki Urdangarin fue señalado como el chivo expiatorio perfecto para proteger la imagen de la Corona. Mientras Juan Carlos I disfrutaba de su fortuna en el extranjero y Felipe VI se desvinculaba públicamente del matrimonio de su hermana, Iñaki cargaba con todo el peso judicial y mediático del escándalo.

En prisión, el exduque de Palma se aferraba a las promesas que, según él, le hicieron desde Zarzuela: "Cuando salgas, tendrás una vida tranquila y sin preocupaciones." Pero cuando finalmente salió de la cárcel de Brieva, la realidad fue muy diferente. Iñaki no tenía casa, no tenía empleo digno y apenas sobrevivía con un sueldo de mil euros al mes trabajando en una gestoría en Vitoria.

Iñaki Urdangarin

Se desplazaba en bicicleta, no por afición, sino porque era lo único que podía permitirse. Mientras tanto, Cristina de Borbón seguía instalada cómodamente en Ginebra, alejada de la prensa española y disfrutando de una vida de lujo que él nunca pudo tocar.

Cristina: el puente roto entre dos familias enfrentadas

La infanta Cristina, por su parte, quedó autoexcluida de la Casa Real por su negativa a renunciar a sus derechos sucesorios y a admitir públicamente la farsa que era su matrimonio. Esta tozudez le costó no solo su lugar en la familia Borbón, sino también el respeto y apoyo de la familia Urdangarin, quienes inicialmente se volcaron en protegerla durante el juicio y el exilio.

Sin embargo, la relación se quebró definitivamente cuando Cristina se negó a pagarle una pensión digna a Iñaki tras el divorcio. Según las fuentes citadas en el libro, lo que realmente dinamitó la relación fue el regreso de Cristina a la órbita de los Borbones, dejando a su marido —quien cargó con toda la responsabilidad— a su suerte en Vitoria.

La hermana de Iñaki, Ana Urdangarin, representa a la perfección este desencanto. La que en su día fue una confidente cercana de Cristina, hoy no quiere saber nada de ella. Se ha vuelto prácticamente anarquista y profundamente antimonárquica, incapaz de perdonar lo que considera una traición imperdonable.

Cristina

La caída de Iñaki: de duque de Palma a marginado real

El destino de Iñaki Urdangarin parece ser el mismo que el de otros "recién llegados" a la familia real: Jaime de Marichalar, el propio Iñaki y, en un futuro no muy lejano, posiblemente también Letizia Ortiz. Todos ellos han sido absorbidos, utilizados y, cuando dejaron de ser útiles, arrojados fuera del paraíso real.

Hoy, Iñaki vive prácticamente exiliado de la esfera pública, reducido a una vida modesta en Vitoria mientras su exmujer mantiene una posición privilegiada en Ginebra.

El gran sacrificio de Urdangarin no ha tenido recompensa, y ahora su historia es un crudo recordatorio de cómo funciona la maquinaria de la Casa Real española: protege sus propios intereses, y quien no es "de sangre" es fácilmente desechable.

Mientras tanto, la infanta Cristina sigue protegida tras su muralla dorada en Suiza, alejada de la realidad española, con un futuro asegurado y, lo más importante, sin haber pisado la cárcel gracias al sacrificio de su exmarido.

El precio de la lealtad, para Iñaki, ha sido demasiado alto. Y, como dice el refrán, "quien con reyes se acuesta, sin corona se levanta".