Irene Urdangarin y sus hermanos padecieron el mal carácter de su madre cuando vivían en Washington

Una etapa desconocida en la vida de los Urdangarin marcada por silencios, tensiones y cambios profundos

Irene Urdangarin y sus hermanos padecieron el mal carácter de su madre cuando vivían en Washington

El matrimonio de la infanta Cristina e Iñaki Urdangarin llevaba años haciendo aguas. Aunque la firma del divorcio se produjo en enero de 2025, la ruptura se gestó mucho antes. Desde que Iñaki fue pillado paseando con Ainhoa Armentia en 2022, todo fue cuesta abajo. Para muchos, ese fue el final oficial. Pero lo cierto es que el conflicto venía de lejos.

La relación comenzó con mentiras. Iñaki aún salía con Carmen Camí cuando conoció a la infanta. Y no dejó esa relación hasta que la suya con Cristina estuvo consolidada. A lo largo de los años, las infidelidades se acumularon. Los amigos y familiares de Cristina le pedían que se separara, pero ella seguía defendiendo lo indefendible.

Cuando estalló el caso Nóos, todo empeoró. Mensajes de texto comprometidos revelaron la doble vida del exduque de Palma. A pesar de eso, Cristina no soltó la cuerda. Creía en su amor y decidió seguir a su marido hasta el otro lado del Atlántico, pensando que en Washington podrían comenzar de cero.

Iñaki Urdangarin

Washington, el exilio emocional

El traslado a Estados Unidos fue un intento desesperado por salvar lo insalvable. En teoría, era para alejarse del ruido mediático. Para proteger a los niños, que ya sufrían en España. Pero lo que encontraron en Washington no fue paz, sino más caos.

En esa casa de lujo, los gritos eran el pan de cada día. Discusiones intensas, broncas delante del personal. Irene y sus hermanos crecieron entre tensiones constantes. La infanta Cristina, frustrada, descargaba su ira en casa. Su carácter cambió. Se volvió irritable, autoritaria. Los hijos, que ya tenían que lidiar con el estigma del escándalo de su padre, también cargaron con el peso emocional de una madre que no encontraba su lugar.

Vecinos y empleados lo veían claro. El ambiente era irrespirable. Incluso firmaron contratos de confidencialidad para no hablar de lo que sucedía tras esas puertas. Aun así, las historias llegaron a oídos de la familia real. Don Juan Carlos llamaba para pedirle a su hija que dejara a Iñaki. Ella, en cambio, lo defendía.

En ese entorno cargado, Irene y sus hermanos aprendieron una lección amarga: que a veces, la familia también duele.