La infanta Elena ha heredado el síndrome compulsivo de su madre, la reina Sofía
La reina Sofía y la infanta Elena: una herencia de compulsión por las compras que revela el lado más humano de la realeza.
La familia real de España siempre ha captado el interés no solo por su posición, sino también por las especificidades de sus integrantes.
Entre las costumbres que han suscitado comentarios en grupos próximos a la Casa Real se encuentra la propensión de las compras compulsivas, un atributo que parece haberse heredado de generación en generación, concretamente de la reina Sofía a su hija mayor, la infanta Elena.
La reina Sofía y sus días de desembolso excesivo
Aquellos que conocen a la reina Sofía afirman que su entusiasmo por las compras es famoso. A lo largo de los años, se dice que cuando la reina empaca sus maletas para visitar Londres, su lugar preferido para renovar su armario, su tarea principal no es únicamente acudir a encuentros oficiales o ceremonias protocolarias. En cambio, Sofía disfruta paseando por las lujosas boutiques de la capital británica, dejando una notable factura que, de acuerdo con las leyendas, estaba en las tarjetas de crédito del entonces monarca Juan Carlos I.
Su fervor por las adquisiciones era tan evidente que en su entorno se empezó a discutir, con tono humorístico y crítico, acerca de su "síndrome compulsivo". Sin embargo, esta costumbre no perduró en las generaciones pasadas. Todo parece indicar que la infanta Elena ha asumido esta misma tendencia desde una edad temprana.
Elena, una afición heredada desde la juventud
Según individuos próximos a la infanta Elena, ella empezó a evidenciar indicios de esta tendencia incluso desde los 27 años. Durante su juventud, aún sin las comodidades de las compras en línea actuales, hallaba en la teletienda un medio perfecto para satisfacer su deseo por los productos innovadores. Elena, adicta a los aparatos de cocina, electrodomésticos de escasa utilidad y joyas de calidad dudosa, aprovechaba cualquier ocasión para adquirir los más recientes avances, aunque pocas veces lograba utilizar lo que compraba.
Este comportamiento no se redujo con el envejecimiento. Por el contrario, se estableció como un método para huir del estrés o manejar momentos de tensión familiar. Incluso en sus viajes a nivel mundial, al igual que su madre, se ve tentada por visitar boutiques lujosas y tiendas de lujo, donde, al igual que Sofía, halla consuelo en desembolsar sin control.
Aparte de las anécdotas, cabe cuestionarse si este comportamiento solo se debe a un deseo personal o si tiene una raíz más profunda en el estilo de vida al que las familias reales están sometidas. El deber de preservar una imagen impecable y mantenerse siempre actualizado con las tendencias más recientes podría haber favorecido el surgimiento de estas compulsiones.
A pesar de su gusto por las adquisiciones, la infanta Elena continúa siendo una mujer multifacética, con un fervor por el ballet, la música y la cocina. A pesar de que su predilección por el consumo ha generado interés y controversia, aquellos que la conocen afirman que es una persona acogedora y alegre, con un profundo sentido del humor y una manera muy humana de manejar las oscilaciones de la vida.
Elena es, indudablemente, un espejo de cómo incluso los integrantes de la realeza enfrentan sus batallas personales, evidenciando que tras el protocolo y los títulos también se ocultan relatos de vulnerabilidad y victoria.