La reina Sofía toma la decisión más difícil de su vida por un diagnóstico médico grave
A la reina Sofía se le acaba el tiempo para elegir a uno de sus dos seres más queridos
En un momento lleno de dudas y conmoción, la reina Sofía se enfrenta a la decisión más difícil de su vida, una encrucijada que pone a prueba no solo su amor por su familia, sino también su compromiso con la monarquía. Tras más de 40 años de servicio, la reina emérita siempre ha sido una pieza clave en la historia de la Casa Real española. Sin embargo, la edad y los acontecimientos familiares han puesto a prueba su fuerza y determinación.
En los últimos meses, la salud de su hermana Irene de Grecia se ha deteriorado gravemente, lo que ha dejado a Sofía enfrentada a una angustiosa realidad. Irene ha pedido en varias ocasiones que, llegado el momento, Sofía la acompañara a Grecia para pasar sus últimos días en su país natal, algo que, en principio, parecía una decisión sencilla de tomar. Sin embargo, las circunstancias políticas y sociales que atraviesa la familia real han complicado enormemente la situación.
La reina Sofía, acorralada por el estado de su hermana Irene de Grecia
Sofía, profundamente afectada por el diagnóstico, se ve atrapada entre el deber familiar y el deber institucional. Su amor por su hermana la impulsa a viajar a Grecia. Sin embargo, siente una responsabilidad ineludible hacia su hijo, el rey Felipe VI, quien atraviesa uno de los momentos más complejos de su reinado.
Los escándalos de Juan Carlos I y sus aventuras extramatrimoniales, la crisis entre Felipe VI y Letizia, el apoyo incondicional que siguen mostrando las infantas Elena y Cristina a su padre pese a sus corruptelas hasta el punto de crear en conjunto una fundación para cobrar toda la herencia limpia de polvo y paja…
La reina Sofía, dividida entre ceder a los deseos de su hermana o responder a las necesidades de Felipe VI
Así las cosas, Sofía considera que su deber ahora mismo pasa por quedarse en España y apoyar de forma incondicional y completa a su hijo Felipe con tal de preservar lo poco bueno que queda de la imagen de la casa real. Desobedecer las peticiones de su hermana se presenta como una de sus decisiones más difíciles, pero también necesarias para proteger al rey de España.
Este difícil dilema pone de manifiesto la dualidad que ha marcado la vida de Sofía: el sacrificio personal por el deber institucional. Su decisión, aunque desgarradora, refleja su inquebrantable lealtad a la corona y a su familia, incluso cuando eso implique hacer frente a la pérdida de su hermana en solitario. Sofía sabe que, aunque no pueda estar físicamente junto a Irene en sus últimos días, su apoyo moral y su dedicación hacia la familia serán siempre su mayor legado.