Los médicos trasladan el peor diagnóstico a Juan Carlos I, el tratamiento deja de ser eficaz, sin solución
El rey emérito atraviesa un momento crítico en su salud, mientras explora nuevas opciones para su bienestar

Juan Carlos I, rey emérito de España, afronta uno de los momentos más delicados de su vida. A sus 87 años, instalado en Abu Dabi desde 2020, ha recibido el diagnóstico que menos quería escuchar: el tratamiento que le ayudaba a mejorar su movilidad ha dejado de funcionar. La medicina regenerativa con células madre que seguía en Ginebra, ya no surte efecto. Su pierna izquierda está casi inmóvil. Y los médicos le han comunicado que no hay solución. Solo queda la silla de ruedas. Una imagen que él rechaza con fuerza. Le recuerda a su madre en sus últimos años. Y, como ha dicho en privado, prefiere morir antes que verse así.
A pesar de los avances puntuales, el deterioro físico ha ganado la batalla. “Lo intentó todo”, aseguran fuentes cercanas. Desde terapias físicas con tecnología de punta hasta sesiones intensas de fisioterapia y estimulación muscular. Nada ha conseguido frenar el avance de la rigidez en su cuerpo. En sus visitas al Hôpital de La Tour en Ginebra, el monarca se mostró siempre comprometido. Quería recuperar parte de su autonomía. Pero la edad, el desgaste de huesos y músculos, han sido más fuertes.
Entre el silencio y la resignación
Desde su retirada oficial en 2019, Juan Carlos ha mantenido un perfil discreto. Solo rompe el silencio con sus regatas en Sanxenxo o cuando recibe la visita de sus hijas, especialmente la infanta Elena, quien se ha convertido en su mayor apoyo. En la intimidad, habla cada vez más de la muerte. Ha puesto en orden sus últimas voluntades. Sabe que el final se acerca.
Aunque su vitalidad sigue presente en pequeños gestos, como en su control de peso o sus desplazamientos a Vitoria para ver a sus médicos, la realidad es otra. Ya no hay tratamiento que funcione. La ciencia no ha podido más. Y él lo sabe. Está explorando nuevas alternativas, sí, pero con la consciencia de que nada será como antes.
Juan Carlos I, el hombre que fue rey, navega ahora en aguas mucho más personales: las del declive físico, la aceptación del final… y el deseo de mantener, hasta el último día, su dignidad intacta.