Reportaje DB: ¿Quién fue Guy Roux?

Quizás en España no sea tan conocido pero este nombre alcanza el estatus de mito en el fútbol francés. Hablamos de la mano que meció al Auxerre durante 44 años

Reportaje DB: ¿Quién fue Guy Roux?

Se dice pronto. Pero no sólo fue eso, un entrenador capaz de elevar a los altares del fútbol galo a un conjunto semi-profesional, sino que representa una serie de valores que cada vez más gente añora y defiende ante un modelo de deporte que minuto a minuto se asemeja a un gran mercado de negocios.

 

Guy Roux, nacido en Colmar en 1938, ostenta el récord de partidos dirigidos Ligue 1. Nada más y nada menos que 894, sólo en la primera división. Para tasar semejante cifra es interesante hacer la comparación con Luis Aragonés, el que más choques tiene en la Liga BBVA, que llegó a dirigir 757 encuentros. Irrisorias parecen las más de dos décadas que Sir Alex Ferguson (con el que mantiene ciertas similitudes) hizo del banquillo del Teatro de los Sueños su butaca personal desde donde glorificar con mano de hierro al Manchester United.

 

Allá por el año 1961, un centrocampista del Auxerre cogía al equipo haciendo esa función de  jugador-entrenador que anhelan actuales millonarios y presidentes omnipotentes del más alto nivel. En lo que equivale a la tercera división española, Guy Roux iniciaba una carrera como mánager de duración inigualable. De la mano de aquel joven (hoy ya retirado y con catalogación  de leyenda) el equipo empezaría un despegue futbolístico sin igual.

 

Tras dejar el fútbol como jugador y el banquillo por dos años tras su prematuro debut, Guy Roux tomó de nuevo en el 64 las riendas del club de sus amores. No sería hasta 1980 cuando el equipo de Borgoña alcanzase la categoría dorada francesa y desde entonces permanecería de la mano de su mánager en lo más notable del fútbol galo. Cuatro Copas de Francia serían el siguiente escalón que alcanzaría Guy Roux pero no el último. Logro que le sitúa en la actualidad  como entrenador con más Copas de Francia, compartido con André Cheuva.

 

Aquellos maravillosos 90, pensarán los seguidores del Auxerre. Fue sin duda alguna el punto álgido de la leyenda Roux. Su pizarra había convertido un equipo amateur en una de las alternativas francesas. Su feudo, el Stade de l’Abbé Deschamps, en los últimos coletazos de siglo, se convirtió en esa tan clásica como incomoda visita para los Lyon, Marsella y PSG. A los mandos de aquel club durante casi medio siglo despegó de un aeródromo regional para plantarse en terminales de Europa. Y es que en la temporada 93-94 se coló en las semifinales de la UEFA. Traca final que llegaría a su fin dos temporadas más tarde con el gran petardazo del hoy mítico técnico francés: la única Ligue 1 del Auxerre en su historia.

 

El Auxerre de aquellos días aún continúo luchando con los grandes codo con codo. La Champions, sin ser la fiesta a la que el club de esta pequeña localidad de Borgoña acudía con mayor asiduidad, se empezó a presenciar en directo en esta región al noroeste de Francia. Sustituyeron el chándal de regional del domingo por el esmoquin a estrenar o a desempolvar para recibir los miércoles, como ocurrió ya en el siglo XXI, al Real Madrid, entre otros. Tan sólo unos problemas de salud pudieron apartar de su amada posición de la banda a Guy Roux y después, en 2005, sería él quién acabase con el matrimonio más mítico del fútbol galo.  Aquella jaula pintada sobre el verde con cal se le hizo demasiado claustrofóbica tras tantos años allí asomado.

 

Serán cosas del destino o mérito del propio club, pero lo que es innegable es que el guante perfecto y único para una mano como la de Roux se llama Auxerre. ¿Por qué? Quizás buscando otro amor renovado, unos nuevos brazos a los que arrojarse, el técnico fichó por el Lens. Bastaron cuatro “onces” y un descanso para que presentase su dimisión. Su vida fue el Auxerre.

 

Será por esta leyenda de los banquillos, por la idiosincrasia del club o por un misticismo difícil de descifrar, pero la realidad es que allí, en Auxerre, la pequeña localidad con un equipo de pueblo que alcanzó la élite, fue dónde triunfo Monsieur Roux. La cantera fue otro de los puntos clave en los que se apoya la leyenda y es que con Roux por allí se pudieron ver auténticas perlas de la historia del fútbol galo, entre ellos un tal Eric Cantona o el actual seleccionador francés Laurent Blanc. Djibril Cissé o Philippe Mexés son otros productos autóctonos del l’Abbé Deschamps. Es hoy el día en el que paradójicamente más se apuesta por un fútbol industrial, influenciado y movido por intereses “marketinianos” y el día en el que más se extrañan hazañas, historias y leyendas de hombres de antaño. Fábulas de esas que ensalzan el amor a unos colores y que apuestan por la romántica honda de David frente al aplastante poder económico de Goliat.

 

Puede ser que tal historia de amor entre un club y un entrenador sea más típica en Inglaterra, donde los técnicos no son de un solo uso, ¿verdad Mourinho? La cultura antigua de apostar por recomponer algo propio que se estropea (no sólo en el fútbol sino en cualquier aspecto de la vida humana) perece por un modo de vida y de fútbol basado en  el usar y tirar.  El propio Cantona, perla pulida en Auxerre y exhibida en Old Trafford, sentenció en su día que “Francia no merece al Auxerre. Inglaterra sin duda, pero no Francia”.

 

Guy Roux, nombrado por Chirac en 1999 Caballero de la Legión de Honor por sus méritos, contribuyó enormemente a forjar su leyenda y la del Auxerre unida a él. Un caso así es la mejor forma de decir “no al fútbol moderno”. Así y discutiendo con Cantona, al cual le aseguraría que no deberíamos merecer casos como el del Auxerre y el de Roux en ningún país; Simplemente deberíamos tenerlos todos porque los necesitamos para no perder la conciencia de que esto no deja de ser un deporte y un juego y no un mercado.

 

Iñigo Esteban, Bilbao