Reportaje DB: El penalti de Messi, defendamos el ingenio
Una vez más el astro argentino se reinventó y cocinó un recuerdo para la posteridad.
Tomó una carrerilla corta. No le iba a hacer falta coger inercia para golpear el penalti. Apenas cuatro pasos a ritmo pausado y la mirada al frente esperando a lo que venía por detrás: antes que Suárez, varios años atrás, iniciaron la carrera hacia ese balón Cruyff, Henry y Pires, pero a estos sólo los vio venir en ese preciso momento Messi. Después, justo cuando el charrúa rubricaba la genialidad del argentino, los demás rememoramos a aquellos precursores de un gol diferente y de un auténtico manjar ocular para el espectador. Pero como casi siempre, Messi lo imaginó antes que el resto y nos lo representó.
Elogios y críticas han comenzado una guerra sin cuartel por ocupar más portadas. Una falta de respeto para muchos, una osadía ingeniosa para otros. Como todo en esta vida todo depende de las gafas con las que miremos la realidad. Quizás pueda sentar mal en el Celta y en los detractores de Messi y del Barcelona que en el contexto del partido se llevara a cabo esa acción y, en parte, puede hasta comprenderse el enfado dentro del calentón del partido y de la derrota. No obstante, estas delicias siempre se aprecian más en frío y por eso las recordamos muchos años, descongelándolas de nuestra mente de vez en cuando para disfrutar una vez más.
Lo que no debemos hacer es criminalizar la magia. Sin ella este deporte no tendría vida, ya que persiste recuerdo a recuerdo y construye historia sobre historia. El fútbol, hoy en día todavía más, necesita de estas perlas esporádicamente para sobrevivir a ataduras tácticas y planteamientos deportivos milimétricamente estudiados. Por ejemplo, es una pena comparar los torneos de alevines que podemos ver en la televisión en la actualidad con los de antaño, puesto que ya resulta complicado encontrarse con niños jugones anárquicos que le arrancan los frenos a la inocencia y a la travesura y que apuestan fuerte por el fútbol de patio de colegio. Un fútbol de camiseta holgada y medias por los tobillos porque no conoce las espinilleras, ya que las patadas y los agarrones son simples accidentes ocasionales. Un fútbol que comprende los adoquines como una parte más del césped y que ve en las farolas y en los coches a varios centrales más que se han acoplado a la pachanga y a los que también hay que desbordar.
Penalizar eso sería apostar por la perfección científica y la dictadura del orden y el control en un deporte que es de letras, que es soñador, músico, pintor y poeta y que se expresa sobre un lienzo verde. Un deporte que en plazas, calles y barrios ha edificado sus mejores laboratorios e incubadoras. Crimen sería criticar la “Mano de Dios” y el gol posterior de Maradona contra Inglaterra, puesto que estaríamos catalogando la picardía y la magia como un veneno mortal cuando son el nutriente esencial de millones de piques, conversaciones y discusiones de los amantes del fútbol. Gracias Pelusa.
Aplaudamos a Panenka por patentar una maravilla hija de la osadía y la locura. Aplaudamos a Chilavert, Rogerio Ceni, Higuita y demás ilusionistas que se sintieron algo más que tipos vestidos diferentes y que quisieron explorar más allá de su jaula de cal. Aplaudamos las chilenas y a los que las han hecho algo tan único del fútbol. Elásticas, ruletas, bicicletas, túneles, lambretas… conforman el menú más lujoso y delicioso del futbolero de corazón. Aplaudamos también a Redondo y su taconazo en Old Trafford y a Romario y su cola de vaca, fruto de uno sus múltiples idilios con la imaginación. Sintámonos agradecidos a Ronaldo y su maravillosa afición por bailar agarrado con los porteros para después marcharse con golpes de cintura, abandonándolos en el frío y la humedad de la hierba.
Soñemos con encontrarnos con tipos diferentes, con jugadores como Zidane, quien despertó el fervor por el ballet en el Bernabéu domando balones con una plasticidad innata. Imaginemos de nuevo la pausa y la interminable finta de Ronaldinho frente a Carvalho en Stamford Bridge para teledirigir con la puntera un misil catapultado con toques de samba. Ojalá disfrutemos de otro Garrincha, que frenaba para esperar al defensa y disfrutar de nuevo del bello arte del regate. No criminalicemos la magia. Protejamos la inventiva y, sobre todo, recemos para que los genios, entre tanta cadena de pizarra, sigan descubriendo o reinventando espacios por donde emanar con chorros artísticos como el penalti de Messi de ayer. Si no tuviera de vez en cuando desahogos artísticos tan explosivos como el de ayer, este deporte carecería de sentido. Gracias Messi por congelar para el mundo una maravilla más.
Iñigo Esteban