Luis Suárez, el mejor 9 del mundo
Convertido en un verdadero ídolo y tras una exitosa campaña en Barcelona, el delantero busca liderar a la 'Celeste' en un nuevo certamen continental
Los uruguayos no sólo le perdonaron los mordiscos, lo defendieron de las acusaciones de racismo y le disculparon otras reacciones violentas. A Luis Suárez, los uruguayos lo convirtieron en el ídolo máximo, no solamente de los fanáticos del fútbol, sino de la gran mayoría de los habitantes del pequeño país sudamericano donde nació.
Si alguien le pregunta a cualquier uruguayo cuál es la razón por la que admira a Suárez, las respuestas van desde su origen, repleto de carencias de todo tipo, hasta su humildad actual, pese a que ya se le reconoce como un "millonario" más gracias a los suculentos ingresos por salario y contratos publicitarios.
El artillero del Barcelona es un reflejo de la idiosincracia del uruguayo porque "encarna al 'charrúa' guerrero, que pelea, que va a todas, que no espera que las cosas le lleguen en bandeja", dice José Figueroa, profesor de Educación Física y árbitro de fútbol. "Es el uruguayo que todos tenemos como ideal".
Esas cualidades son admiradas por sus compatriotas, pero no encuentran la misma comprensión fuera de las fronteras del futbolero país sudamericano. Su expulsión del Mundial de Brasil 2014 por moder durante un partido de la fase de grupos al italiano Giorgio Chiellini fue una de las principales noticias del torneo.
El uruguayo era reincidente, pues había hecho ya algo similar en el Liverpool al defensa del Chelsea Branislav Ivanovic. La imagen de Suárez venía ya muy maltrecha de Inglaterra, donde había tenido además una fuerte polémica con el francés Patrice Evra, que lo acusó de proferirle insultos racistas. Así pues, el episodio del mordisco a Chiellini se cerró con una durísima sanción de la FIFA al delantero de nueve partidos sin jugar con la selección y cuatro meses inhabilitado.
El castigo desató una ola de indignación en Uruguay, donde incluso el entonces presidente, José Mujica, defendió al jugador y arremetió contra el ente rector del fútbol mundial.
En su país, Suárez se siente cómodo y arropado. Es el único lugar donde el jugador parece sentirse relajado, donde incluso se ríe de sí mismo, como en el comercial que hizo para un banco local, donde vestido de oficinista se parodia a sí mismo compitiendo al teclado de una computadora con otros empleados o protestando airadamente porque ya no queda café.
Su espíritu de sacrificio es otro factor que genera idolatría hacia Suárez, el empeño que puso siempre para superar adversidades, como la grave lesión que casi lo deja afuera del Mundial de Brasil 2014 o la dura sanción de la FIFA.
"Lo peor es tocarle el orgullo a los uruguayos porque eso desata una rebeldía natural", dijo el propio Suárez, consciente de la empatía que existe con sus compatriotas, que fueron hasta su casa a apoyarlo cuando tuvo que dejar Brasil en medio del Mundial.
"Ha dado la pelea solo, se enfrenta a los poderosos y se ha ganado su lugar en el mundo. Y como ha sido dura e injustamente castigado algunas veces, el castigo injusto genera simpatías", dice el investigador y periodista Alvaro Alfonso, que resume así la imagen que del futbolista de 29 años tienen la mayoría de los uruguayos.
Tras el Mundial, el Liverpool le abrió la puerta a Suárez, que ya no podía continuar en Inglaterra. Muchos coinciden que su pase al Barcelona ha sido clave en la transformación de aquel joven díscolo y rebelde que estaba más en los medios por sus conflictos que por su juego. Barcelona lo arropó, lo cuidó y lo ayudó a madurar, potenciando lo mejor de Suárez y neutralizando sus zonas oscuras.
En el Barcelona asimiló enseguida su papel, sin tener conflictos con estrellas como Lionel Messi o Neymar, sino cimentando una amistad dentro y fuera del campo de juego que redundó en beneficio del equipo y de su imagen.
También ha sido fundamental el trabajo del entrenador de la selección uruguaya, Oscar Tabárez, que además es docente de profesión, y quien siempre destaca la importancia del futbolista, lo simbólico que es para el equipo y para el país.
Suárez es tratado como un vecino más y la gente lo admira pero no lo endiosa. Tabárez contribuyó a reforzar esa idea con un mensaje que repite siempre: "Esto no es cuestión de estrellas que vengan del cielo. El fútbol es un juego colectivo y lo importante es la capacidad de los futbolistas. No siempre ganan los equipos que tienen estrellas. A veces son derrotados por equipos que no tienen ninguna".
Pero Suárez es una estrella. En el mundo del fútbol también, pero sobre todo en Uruguay, donde desplazó de forma natural de las preferencias populares a su compatriota Diego Forlán, quien era el ídolo indiscutido desde su destacada actuación en el Mundial de Sudáfrica 2010, donde los "charrúas" fueron cuartos.
Con un lenguaje básico y directo, Suárez le llega a mucha gente que se identifica con él y con su historia de vida, llena de dificultades desde que su padre, portero de edificios en la ciudad natal de Salto, a 490 kilómetros de Montevideo, abandonó a su madre y seis hijos.
Corría el año 1996, Suárez tenía 9 años y la madre, con los niños, se trasladó a Montevideo donde trabajó como niñera en un barrio residencial de la capital uruguaya, mientras Suárez se dedicaba a barrer calles y cuidar coches en estacionamientos para ayudar al sustento familiar.
"Es un tipo inocente al hablar", resume el periodista Alfonso. "Es como un niño y todo eso genera simpatía. Pero además juega al fútbol y hace goles. Y en el fútbol el gol es lo más sublime".